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jueves, 15 de junio de 2017

DENTRO DE TI ESTÁ TU LEY

El hombre sabe lo que está bien o mal. Hay algo dentro de su corazón que le indica qué hace mal o qué hace bien. Sin embargo, hay situaciones que quizás desconoce y que cegado por su ambición y egoísmo distorsiona la realidad y la acomoda a sus intereses y beneficios. Entonces la Ley escrita le delata y también le descubre sus malas intenciones.

No cabe ninguna duda que la Ley escrita no tiene la última palabra. Hay muchas circunstancias y situaciones que rodean al acto del hombre, y que, a veces, le eximen de toda responsabilidad. La ignorancia o la buena intención, que en ciertos casos se ve torcida o desviada involuntariamente a una mala acción, justifica y absuelve de toda culpa. Por eso, necesitamos tener mucha paciencia e ir más allá de la letra escrita y llegar a lo profundo del corazón humano para juzgar ante la ley.

El Señor nos lo advierte y nos lo enseña: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos». Y nosotros, Señor, queremos entrar y estar contigo. Por eso te pedimos en este humilde rincón de oración, juntos y unidos a todos los blogueros con el Papa y a todos los hombres de buena voluntad, que creen en Ti, que nos transformes nuestros corazones. Y, también te pedimos, que nos hagas hombres que practiquen una justicia, que no se quede sólo en la letra, sino que vaya más allá hasta el fondo de nuestro corazón.

En esa confianza, sabiendo que, tu Padre Bueno, nos conoces y sabes de nuestras limitaciones y pecados, te damos las gracias. Y nos presentamos ante Ti, tal y como Tú quieres. Tal y como somos, reconociéndonos pecadores y llenos de miserias. Pero con la esperanza de saber que Tú nos quieres, y nos quieres para transformarnos nuestros corazones hasta el punto de vivir en la justicia de la misericordia que Tú, Padre del Cielo, tienes con cada uno de nosotros. Amén.

1 comentario:

  1. Flor de silencio ha comentado: Gracias. Lo comento, valga la redundancia, porque, por error, y sin darme cuenta lo he rechazado. Siento lo ocurrido y por eso lo publico.

    Un abrazo en el Señor y gracias por estar ahí y compartir su aliento, su fe y esperanza.

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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.