Páginas

Páginas

miércoles, 16 de agosto de 2017

EN MEDIOS DE NOSOTROS

Es algo que muchas veces, sin darnos cuenta, pasa desapercibido. Por la Gracia de Dios es algo que tengo siempre presente. Jesús está en medio de nosotros, el lo ha dicho: «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Es Palabra de Dios. Él está en medio de nosotros y la oración, dicho por Él. tiene mucho valor, porque de convenirnos para nuestra salvación, el Señor nos lo dará. Esa es la clave y la cuestión. Nosotros no sabemos pedir ni distinguir, en muchos casos, lo bueno de lo malo. O al menos que esto, que parece aparentemente bueno, a la larga puede ser malo. ¿Cuántas veces algo bueno, más tarde se convierte en la perdición y fatalidad de la familia?

Nuestro Señor mira por nuestra salvación final, la que importa y es para siempre, eterna. Y muchas cosas que pedimos no nos sirve para eso. Ahí puede estar nuestro error y negatividad en pensar que el Señor no nos escucha ni nos atiende, porque entendemos que no nos da lo que le pedimos. Puede servirnos como ayuda las tantas cosas que nuestros padres nos negaron, porque no era el momento ni nos convenía. Sólo pensando en nuestro bien.

Por eso, seamos consciente de la presencia del Señor entre nosotros y aprovechemos su Palabra, que siempre tiene cumplimiento y pidamos lo importante. No cosas para este mundo, caduco y que desaparecen. Ni tampoco cosas que nos pierdan y nos hagan más indiferentes, cómodos y hedonistas, sino cosas que nos ayuden a amar más y mejor, y a ser solidarios y comprometidos con el trabajo para un mundo mejor. 

Cosas que nos ayuden a cargar esa, nuestra cruz, que tendremos que llevar hasta el fin de nuestra vida. Porque, nuestra vida, la tendremos que compartir con Jesús. Pidámoselo al Señor. amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.