Páginas

Páginas

jueves, 17 de agosto de 2017

SIEMPRE ANCLADO EN TI, SEÑOR, PARA PODER PERDONAR


No te atrevas a intentar perdonas sin la ayuda del Espíritu Santo. Entre otras cosas porque somos débiles y nuestra naturaleza está tocada. No vemos más allá del trueque y la compensación. Te perdono, si tú me perdonas. Te perdono porque tú me das luego lo otro, o, porque me interesa, pues consigo de ti ciertos beneficios. Te aguanto y soporto porque de ti obtengo muchos beneficios. Y así podíamos dar muchas razones por las que en muchos momentos y circunstancias perdonamos.

Y no quiero significar que esto sea del todo malo, pero, verdad es, que tampoco es del todo bueno. No cabe duda que las carencias y necesidades nos ayudan y preparan para soportar y tener paciencia. Pues, nuestras limitaciones nos descubren muchas veces la presencia y el poder de Dios. Pero, será malo si en ellas ponemos todas nuestras esperanzas. Porque la vida, la verdadera Vida está solamente en Dios.

Y, condición ineludible e indispensable para alcanzar la Misericordia de Dios es el perdón. Un perdón misericordioso, tal y como Él nos lo regala y da a cada uno de nosotros. Ese darnos cuenta de cómo nos perdona el Señor, nos puede ayudar a esforzarnos también nosotros en perdonar. Pero, tal como hemos dicho al principio, por nuestra cuenta, sino descansados y apoyados en el Espíritu Santo. Enviado por el Padre para asistirnos y auxiliarnos en nuestras carencias y debilidades.

Tampoco perdamos nunca de vista que Dios está con nosotros. Y si está, como lo estuvo con su pueblo guiando a Moisés, y luego Josué, también estará con cada uno de nosotros. Y si está es para fortalecernos y guiarnos por el camino del perdón y la misericordia. En Él podemos transformar nuestro endurecido corazón y perdonar todas las ofensas recibidas. Tengamos en cuenta su presencia, y pidamos, convencidos y confiados, que el Señor nos escucha y nos atiende. Y, con total seguridad, nos dará todo el valor y fuerza necesaria para saber perdonar y hacerlo con verdadero amor.

Eso sí, pidamos también toda la paciencia necesaria para esperar y saber soportar los tiempos que el Señor dispone para nuestro camino como pruebas de nuestro amor. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.