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sábado, 20 de enero de 2018

SEÑOR, YO SI CREO EN TU LOCURA

Quiero seguirte, Señor, a pesar de mi pequeñez e impotencia. Quiero seguirte, a pesar de mis debilidades y mis limitaciones. Quiero seguirte aunque no entienda nada y no alcance a comprender el por qué de muchas cosas. Quiero e insisto en seguirte, Señor, porque no sabría a dónde ir sin Ti. Porque, si Tú no estuvieras aquí y no te hicieras presente, yo me perdería y mis esperanzas se derrumbarían.

Sin tu locura, Señor, mi vida quedaría desorientada, sin sentido y a merced de todos aquellos que, como buitres, se disputan los trozos del mundo, arrancándolos o robándolos, sin miramientos de ninguna clase y sin importarles como quedan los otros. No se dan cuenta que las luces de este mundo son fugaces. Pueden alegrarte la vida un momento, pero luego se apagan con rapidez.

No son dignas de seguirlas. No vale la pena. Tú en cambio, Señor, eres la Luz que ilumina y que llenas plenamente. Eres Luz que das la Paz y Gozo eterno, y que das plenamente amor que inunda y transporta hasta la Eternidad. Por eso, Señor, a pesar de no entender muchas cosas, quiero seguirte y perseverar en tu locura, porque, no se trata de una locura cualquiera, sino de la locura de amor más grade que pueda haber existido. Una locura de Amor que Salva para la Vida Eterna.

Gracias, Señor, por tu Amor y Misericordia, y, porque a pesar de mi ignorancia y pequeñez permaneces amándome con bendita locura. Locura de verdadero Amor. Por eso, Señor, ubicado en este espacio de oración y junto a todos los hermanos en la fe que lo visitan, quiero unirme a ellos para, agarrados a tu Madre, la Señora y Virgen que nunca dudó de tu Palabra hasta acompañarte al pie de la Cruz, enlazar virtualmente nuestras manos y elevar una oración de agradecimiento y de petición suplicándote paz, sabiduría y fortalece para seguir fiel y perseverante tras tus pasos en esa locura de amor. Amén.

1 comentario:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.