Posiblemente, la lepra se haya erradicado, pero sigue vigente y muy común otras clases de lepras, incluso más dañinas y letales que la propia enfermedad de lepra. Y necesitamos conocerlas para poder acudir al único médico que nos puede sanar. De no saberlo no experimentaremos la necesidad de médico y nos quedaremos presos y sometido a nuestras propias lepras.
Se hace necesario descubrirlas para presentarlas al médico. Y lo podemos hacer en la presencia del Espíritu Santo, que nos asiste y auxilia con sus dones de sabiduría e inteligencia para descubrir nuestras lepras y acercarnos al Señor para que nos sane. ¿Acaso, no es una lepra nuestra soberbia? ¿Y nuestro egoísmo? ¿Y también nuestra avaricia, envidia, deseos de venganza y odio...etc?
Son lepras de nuestra época marcadas por el progreso y tantos adelantos técnicos y científicos que elevan nuestro orgullo y ansias de poder y riqueza. Nuestras adicciones a las drogas, alcohol, sexo y otros vicios que nos somete y nos esclavizan. Lepras que, erradicada en la mayor parte del mundo la natural, nacen otras que están siempre presentes en nuestro vivir de cada día. Lepras que nos impiden amar y nos dejan tristes, insatisfechos y vacíos.
Porque, nuestra tendencia natural es amar. Estamos hechos para el amor y necesitamos amar para ser feliz. Pero, las lepras de nuestra vida, rencor, envidia, orgullo, soberbia, egoísmos, riqueza...etc., nos lo impiden. Y nos dejan mal, porque en el fondo lo único que nos hace feliz es el amar y ser amado. Y el único médico que nos puede curar es Jesucristo. En Él están todas nuestras esperanzas, y a Él acudimos cuando despertamos y conocemos nuestras verdaderas lepras que nos hacen impuros y nos alejan de Él.
Señor, hoy ponemos nuestros corazones en tus Manos, y te suplicamos, como ese leproso que se acercó a Ti, que nos limpies y nos libere de todas nuestras esclavitudes que nos someten y como lepras incrustadas en nuestro corazón nos amenazan con arrancarnos de Ti. ¡Salvanos Señor!
Gracias, Señor yo conozco mi lepra, pero no se que pasa en mi, que no se como pedirte que me limpies o mejor no se dejarme limpiar por ti, oh, Jesús, perdóname, pero hoy ayúdame, gracias.
ResponderEliminarAMÉN, SANANOS SEÑOR DE NUESTRAS LEPRAS!
ResponderEliminar