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lunes, 12 de febrero de 2018

ME FÍO DE TI, SEÑOR

Experimento que no siento esa curiosidad ni deseo de indagar o buscar razones ni testimonios que me hablen de Ti, Señor. Ni tampoco buenas lecciones que me descubran tu Rostro. Y no es que no sean buenas y me ayuden, sino que me basta contigo Señor y en Ti me abandono. Es como si no me hiciera falta nada más. Sólo Tú me basta. He visto tanto ya que me fío de Ti, Señor.

A estas alturas no podría vivir sin contar contigo. El mundo sin Ti, Señor, sería un absurdo y un gran disparate. Tú le das sentido a todo y orientas mi vida. Tú eres la razón de mi vivir cada día, y, aunque no estoy a la altura que esperas de mí, sin tu presencia estaría vacío, desorientado y perdido. No me importan ni busco pruebas ni milagros. No me interesa ver ni comprobar nada. No es que los deseches o sea indiferente a ellos, sino que me basta el saber que Tú estás presente en mi vida.

Y, aunque no hayan milagros, ni testimonios, yo seguiría confiando en Ti. Sé, también, que soy débil y toda mi fuerza se puede venir abajo, por eso procuro estar cerca de Ti y no desfallecer en suplicarte que aumentes mi fe. Necesito tu Gracia cada día y en cada momento, porque el camino es duro y frágil nuestros pasos. Necesito, Señor, que tu Gracia me fortalezca y me dé paciencia y fe.

Ahora, Señor, que pronto empieza la Cuaresma, te pido que me des serenidad, confianza, paciencia y perseverancia. Mucha paz, Señor, para sostenerme entre las tentaciones y las ofertas, que las apetencias del mundo se te presentan, y las satisfacciones por las que las pasiones te arrastran y quieren someterte. Porque, todo eso pasa, es papel de fumar que se quema y deja vacío, y sólo Tú te sostiene y eterniza. Aumenta, Señor, mi fe y fortaléceme en la esperanza.

Impulsa mi vida, Dios mío, e ilusiona mi camino para que, a pesar del fango, la dureza y las dificultades con las que tropiezo, sostenga siempre la firmeza y la esperanza de continuar la lucha sin desfallecer. Amén.

1 comentario:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.