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viernes, 16 de febrero de 2018

NACIDOS PARA LA ALEGRÍA Y LA FIESTA

Resultado de imagen de Mt 9,14-15
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.


Por naturaleza el hombre está hecho para la fiesta y para la alegría. De manera innata el hombre busca el gozo y la fiesta. Cada trabajo se conmemora con un buen descanso o una celebración. El hombre se dice, ahora que he terminado voy a descansar o a festejarlo. La fiesta sucede al trabajo. Por lo tanto, el ayuno y sacrificio tienen que tener un fin concreto.

Y realmente lo tienen. El hombre necesita fortalecerse, pues es débil y sus apetitos le inclinan a abandonarse al vicio y a la irresponsabilidad. Y eso genera desorden, caos y muerte. Necesita sobriedad, equilibrio y fortaleza. Y eso exige práctica, control y disciplina. Es ahí donde entra el ayuno y la mortificación. Es un medio que nos ayuda a sostenernos equilibrados y fuertes ante el pecado y la tentación. Nos prepara y nos dispone a estar atentos y agarrados al Señor.

Porque, será una locura emprender ese camino y preparación por nuestra cuenta. Solos estamos vencidos de antemano. Necesitamos ir unidos al Señor, porque es El quien realmente nos salva. Por eso, nuestro ayuno debe  partir con Él y desde Él. Él es el centro y el fundamento de nuestro sentir y obrar, y el motivo por el que nos preparamos para responderle. Nos ha dado esa libertad y eso nos exigirá responsabilidad, compromiso y capacidad de respuesta.

Y no es fácil. Tenemos un margen que Dios ha dejado para nosotros, y ese margen de libertad tendremos que ponerlo nosotros en sus manos. Nadie lo podrá llevar por nosotros, ni siquiera Dios. Él lo ha dejado en nuestras manos. Somos libres y tendremos que responder. Ahora, eso sí, no estamos solos. Tenemos la promesa de su compañía y su asistencia. Su Gracia estará siempre con nosotros y en Él seremos fuerte y venceremos todas las tentaciones que trataran de arrastrarnos e inclinarnos al mal.

Por eso, Señor, te pedimos que nos fortalezcas en el ayuno para que seamos capaces de renunciar y compartir a todos nuestros egoísmos y apetencias. Y, liberados del pecado, descubramos que nuestra meta está en Ti para compartir contigo la eternidad en plenitud de gozo y alegría. Amén.

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