Páginas

Páginas

domingo, 15 de abril de 2018

SOSTÉN NUESTRA FE, SEÑOR

Resultado de imagen de Lc 24,35-48, por Fano
Las tentaciones están detrás de la puerta. El mundo nos tienta y nos confunde y los malos testimonios y malos ejemplos nos siembran de confusión y de dudas. Necesitamos tu presencia, Señor, y que nos aumente nuestra fe herida y tocada por el pecado y el mal sembrado en este mundo.

Ese es el grito de nuestra oración hoy. Refuerza nuestra fe y aliméntala con el buen testimonio de nuestros hermanos en la comunidad. La comunidad no es un lujo, sino una necesidad. Una necesidad porque en ella tenemos la posibilidad de reforzar y alimentar nuestra fe y fortalecerla sirviendo a los hermanos. La fe cuando es compartida se fortalece. 

Danos, Señor, esa Gracia para aumentar nuestra fe y transmitirla según Tú nos manda a todo los hombres. Abre nuestra mente para que comprendamos las Escrituras y podamos dar testimonio para la conversión y perdón de los pecados a todo el mundo. Porque, Señor, necesitamos una precisa y profunda comprensión de las Escrituras porque de ignorarla también ignoraremos a Cristo.

Por todo ello, Señor, te suplicamos que nos infunda perseverancia, docilidad y voluntad para no desfallecer y, sobre todo, sabiduría para no apartarnos del camino que nos conduce a Ti. Te pedimos también que nos mantengas unidos y que formemos comunidades que nos sostengan y nos apoyen para compartir y dar testimonio de tu amor. Pero, sobre todo, que permanezcamos fieles a tu Palabra y a la buena Noticia de tu Resurrección, porque es ella la que fundamenta nuestra fe y la que nos llena de esperanza y alegría.

Tú, Señor, estás Vivo y de Ti nos llega nuestra esperanza y fortaleza. Tú, Señor, vives y estás entre nosotros, y tu presencia nos alienta y nos empuja a dar testimonio y fe de tu Resurrección. Gracias, Señor, en Ti confiamos y en tus Manos nos abandonamos esperanzados en tu Amor y Misericordia. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.