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lunes, 7 de mayo de 2018

SÍ, SEÑOR, NECESITO AL PARÁCLITO Y ME ABRO A SU ACCIÓN

Resultado de imagen de Jn 15,26—16,4
Eso es lo que deseo, pero experimento que muchas veces, sobre todo, cuando mis intereses no son los suyos, Señor, me cierro a su acción. A veces, creyéndome que me dejo guiar por Él, me confundo y me equivoco, siguiendo mis propios planes y proyectos. Porque, muchas veces los caminos por los que me conduce el Espíritu son caminos difíciles, duros, pesados y llenos de riesgos. Y temo fracasar. No confío plenamente.

Por eso, Señor, te pido perdón y confianza. Dame la sabiduría de, a pesar de no entender y de pensar que voy por camino erróneo, confiar en sus impulsos y abandonarme a su acción. Sé que el camino no será fácil y que en muchos momentos tendré que sufrir o soportar situaciones duras y confusa, pero eso me da la oportunidad de demostrar mi confianza y afianzar mi fe.

Gracias, Señor , por entenderlo así, pero necesito los dones del Espíritu Santo para que, fortalecidos en ellos, poder soportar la dureza del camino y, no sólo dar testimonio de palabra sino también con mis obras. Supongo también, Señor, que habrá muchos momentos de desfallecimiento y de debilidad, e incluso deseos de abandono. El mundo tiene poder y mi naturaleza herida se rinde fácilmente a sus encantos. Por eso, necesito fortaleza para poder resistir o, en este caso, levantarme y volver a empezar.

Que no pierda la esperanza ni la confianza de saber que Tú, Señor, me esperas y me acompañas. En todos esos momentos difíciles de mi vida estás conmigo y, a pesar de tu silencio, estás pendiente de mí y de mis reacciones. Sólo basta una palabra para que Tú salgas a mi encuentro, me abraces, me perdones y me levantes. Tú, Señor, me lo has enseñado en la parábola del Hijo prodigo -Lc 15, 11-32- y yo quiero tener la suficiente humildad y arrepentimiento para tener fuerza para levantarme y volver a empezar.

Siempre, Señor, volver a empezar, porque lo importante es saber que contigo podré llegar a la Casa del Padre, donde Tú quieres llevarme. Y, a pesar de los sufrimientos del ahora, llegará el día, en la hora de la eternidad, que todo se volverá luz y te veamos con claridad. Amén.

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