Páginas

Páginas

martes, 23 de julio de 2019

¿QUÉ SERÍA DE MÍ SIN TI, SEÑOR?

Resultado de imagen de Jn 15, 1-8
Cada día voy experimentando el privilegio de tenerte presente a cada instante en mi vida, Señor. Me pregunto, ¿qué sería de mí sin la conciencia de tu existencia? ¡Dios mío, cuando tomo conciencia de esta realidad experimento en lo más profundo de mi ser un agradecimiento al que no puedo responder ni merezco! ¿A quién recurriría en los instantes de mi vida donde mis esperanzas quedan cortadas y el horizonte se me desdibuja y emborrona? ¿Qué esperanzas tendría si no estuvieras Tú, mi Señor, presente en mi vida?

Esas y muchas más preguntas e interrogantes subyacen dentro de mí y, como volcán en erupción explotan dentro de mi corazón buscándote, Señor. Creo, y cada día lo experimento más claramente que no podría plantearme un mundo sin Ti, Señor. Creo que no podría avanzar en mi vida ni sostenerme en una esperanza que le diera sentido si Tú, Señor, no estuvieras presente en mi vida. Por eso, quiero vivir y caminar injertado en Ti, Señor, y ser como sarmiento que se alimenta de la Vid. La Vida verdadera que me fortalece y me da verdadera vida.

Y con la única que puedo dar verdadero frutos de esperanza y de amor. Quiero, Señor, ser sarmiento unido a Ti, verdadera Vida, para ser cultivado por el Labrador- mi Padre Dios - que hace que dé frutos buenos y coherentes con su Voluntad. ¡Señor, quiero permanecer en Ti y ser alimentado por tu Cuerpo y Sangre, verdadero alimento que produce verdaderos frutos. 

Y, para ello, te pido, Señor, que fortalezcas mi voluntad, mi paciencia, mi perseverancia y me sostengas siempre a tu lado, porque, quiero dejarme cultivar por Aquel que me da la vida y hace que de mí nazcan frutos de vida eterna. Gracias, Señor. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.