Páginas

Páginas

domingo, 17 de noviembre de 2019

EN LOS TIEMPOS DIFÍCILES, NUESTRA ARMA: LA ORACIÓN

Resultado de imagen de Lc 21,5-19 por Fano
Los cristianos sabemos que nos espera, y, a pesar de nuestros miedos, confiamos en el Señor. Nadie quiere el dolor, pero, nuestra experiencia nos dice que hay momentos que para conseguir un bien hay que sufrir. Basta pasar por un enfermedad para experimentar los sacrificios o dolor que tenemos que soportar para alcanzar la salud. De la misma manera, si tenemos claro nuestro destino, nos será, si no más fácil, si más llevadero soportar los obstáculos y espinas que tendremos que superar. Pero, sobre todo, porque lo hacemos injertados en y desde Xto. Jesús.

Los cristianos hemos sido avisados por Xto. Jesús. El Señor nos ha advertido de lo que nos va a suceder si le seguimos. Él no se esconde, pues va a la cabeza, porque es, precisamente, valga la redundancia, la Cabeza de ese Cuerpo Místico que es la Iglesia, y como tal lo ha sufrido hasta el extremo de dar su Vida por cada uno de nosotros. Pero, de la misma forma que nos advierte, también nos garantiza nuestro triunfo y, en, por y con Él nuestra Resurrección.

Realmente, vale la pena, porque nuestro destino, a pesar de pasar por el dolor, sufrimiento y la muerte es la Resurrección y la Vida Eterna. Por eso, estamos alegres, contentos y llenos de esperanza, porque a pesar del camino de espina nos espera el gozo y la alegría de la Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad. Por todo ello, damos gracias a Dios y le pedimos que nos llene de su Fortaleza , de su Paciencia y de su Amor, para superar todos los obstáculos que nos impidan nuestro esfuerzo por seguir al Señor.

Perder esta vida mundana nos dará la mayor ganancia que podemos alcanzar, tal es la Vida Eterna. Todo lo que no sea eso es estimado basura para aquellos que siguen a Jesús y para que es el Tesoro más valioso, porque, Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Es la Resurrección y la Vida Eterna. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.