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miércoles, 1 de enero de 2020

¡SEÑOR, NACE CADA DÍA EN MI CORAZÓN!

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Dios no envía a su Hijo para que nazca en un pesebre y se quede ahí en la memoria de todos los hombres. Posiblemente, sucede que muchos hombres se han quedado en la celebración anual de la Navidad como una costumbre o tradición sin trascender más allá de lo que realmente buscan y necesitan. Jesús, enviado por su Padre, nace para darle al hombre lo que realmente está buscando, la Vida Eterna.

Precisamente, es eso lo que anuncia a los pastores, porque, ellos, necesitados de casi todo, buscan colmarse de los bienes materiales que necesitan, pero también andan deseosos de libertad y de salvación eterna. La Buena Noticia que anuncian los ángeles a los pastores es aceptado y corren a experimentar ese encuentro con el Niño anunciado como Salvador del mundo.

Dentro de toda esta Buena Noticia destaca una figura sin la cual todo no se hubiese realizado, al menos de esa manera. Dios estaba con ella, con María, la Madre. Y de ella nace Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Dios está con todos nosotros, pero, llega a nosotros por María, que se presta y da su seno para que el Hijo del Hombre tome Naturaleza humana y habite entre nosotros. Primero, Dios cuenta con ella y ella, humildemente, acepta su Voluntad: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según su Palabra".

Mirémos a María y fijémonos en su actitud humilde y silenciosa. Ante tanto Misterio y grandeza, ella humildemente guardaba todas esas cosas en su corazón. María tiene una actitud contemplativa, serena y guarda todo en su corazón meditándolo con humildad, serenidad y docilidad a la Palabra de Dios. Descubre la presencia de Dios en su vida.  ¿No nos parece esa actitud de nuestra Madre necesaria para que también nosotros, a lo largo de todo el año, tengamos, bajo su amparo y compañía, esa hermosa actitud de meditar y descubrir la presencia del Niño Dios durante todo el año en nuestras vidas?

Pidamos con confianza confiados en la Bondad y Misericordia de Dios que nos llene de esa Gracia de, como su Madre, tengamos la paciencia, la humildad y la perseverancia de guardar todo lo que vayamos percibiendo y viviendo a lo largo del año en nuestros corazónes con dócilidad a su Palabra. Amén.

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