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lunes, 30 de marzo de 2020

UN PADRE MISERICORDIOSO

Navegar Mar Adentro: Evangelio según San Juan 8, 1-11
Te damos gracias, Señor, por tu Infinita Misericordia. Somos conscientes que por ella alcanzamos el perdón de nuestros pecados y la salvación eterna. Y, más agradecidos porque nos conocemos indignos de tal perdón y misericordia. Nuestros méritos nunca podrán alcanzar pagar o equilibrar tu Amor y Misericordia Infinitas. Nosotros, criaturas finitas no podemos atesorar méritos infinitos para saldar esa deuda de nuestras miserias y pecados. Por tanto, Señor, gracias y gracias es lo único que podemos decir.

Sin embargo, te pedimos, Señor, que nos des el conocimiento y la sabiduría de darnos cuenta de que sin Ti nuestra vida no tiene sentido. Y que necesitamos ser misericordioso de la misma forma que Tú lo eres con cada uno de nosotros. No te avergüenzas de nuestros pecados, nos acoge y nos defiende. Sabes, Señor, me admira y me asombra la gran confianza que tienes en nosotros, a pesar de tantas veces que te hemos fallado. Te pones en nuestro lugar y, como a esa mujer adultera, la defiendes y la perdonas.

Señor, te pido paciencia y perseverancia para permanecer a tu lado y saber escucharte con tranquilidad y en silencio. Silencio de todo ese ruido que me rodea y me desconcierta, que me descontrola y me inclina a vivir en el ajetreo de una vida consumista, acomodada, instalada y ociosa.  Y, sin darme cuenta adultero mi vida alejado de Ti, Señor. 

Por eso, como aquella mujer que fue llevada ante ti acusada de adulterio, yo quiero voluntariamente ir a Ti para que, mi vida, adulterada por tantos vicios, pecados, errores y decepciones la tomes en tus Manos y, misericordiosamente me devuelvas al camino bien intencionado y limpio de todo pecado. Gracias, Señor. Amén.

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