Era la hora tercia cuando lo crucificaron. Crucificaron con él a dos bandido uno a su derecha y otro a su izquierda. (Marcos 15,25 y 27)
Los clavos asidos a la carne del Hijo de Dios para detener tu aliento, ¡tú que eres la fuente de la vida! ¡Delirio de la omnipotencia del verdugo! Humildad de Dios que se rinde a la cautividad de la muerte, para vencerla irradiando desde su interior la vida más fuerte que el dolor y la prueba, y que convierte el último silencio en un canto de victoria. ¡Ven a salvarnos, Señor Jesús!
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina
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