Señor Jesús, tú que entras sin miedo en las regiones del dolor y la marginación, ven también hoy a nuestro encuentro. Líbranos de todo lo que nos impide vivir con libertad y amor. Tú, Hijo de Dios, tienes poder sobre el mal y misericordia para sanar nuestras heridas. Rompe nuestras cadenas, despierta lo mejor de nosotros y haznos testigos de tu amor liberador.
Padre bueno, haznos una comunidad abierta y acogedora, capaz de celebrar cada paso hacia la libertad. Danos un corazón agradecido y atento a tu presencia silenciosa en nuestra historia.
Espíritu Santo, ilumina las zonas que aún tememos mirar y fortalécenos para elegir el bien, aunque nos cueste renunciar a nuestras falsas seguridades. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.