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jueves, 16 de agosto de 2018

UNA LUCHA DIFÍCIL CADA DÍA

Resultado de imagen de Mt 18,21—19,1 por Fano
No es fácil perdonar. Es el caballo de batalla cada día porque todos estamos necesitados de perdón. Reconocer y confesar que somos pecadores conlleva necesariamente la necesidad de ser perdonados. Unas veces por distracción, otras por nuestra causa y otras por terceros, nuestras vidas está cargadas de errores y faltas de las que imploramos ser comprendidos y perdona- dos.

El perdón es algo consustancial a nuestra propia realidad. Nacemos ya en pecado y es con el bautismo con el que nos limpiamos por primera vez. Es nuestro nuevo nacimiento -Jn 3, 1-21- por el que quedamos incorporados a Cristo e hijos de Dios. Gozamos de la misma Vida de Cristo y sólo perdemos esa confesión con el pecado. Al que somos proclive a cometer.

Por eso necesitamos perdón y asistencia divina. Es la misión del Espíritu Santo que nos acompaña y nos auxilia para fortalecernos en la lucha diaria contra las seducciones y tentaciones del mundo que nos presenta el demonio. Y, tanto necesitamos el perdón, por y la Misericordia de Dios, que también nosotros ofrecer nuestro perdón y nuestra misericordia. Porque, para ser perdonados necesitamos nosotros perdonar.

Esa es la medida. Seremos perdonados en cuanto nosotros también perdonemos. O dicho de otra forma, mis pecados serán perdonados si yo también perdono los pecados de los otros. Y todos los pecados, porque si dejo uno ese tampoco me será perdonado a mí. La parábola que hoy nos presenta el Evangelio nos lo deja meridianamente claro.

Aprovechamos, Señor, para pedirte paz, sabiduría y fortaleza con el objetivo de saber, con serenidad y sosiego, cuándo y cómo tenemos que perdonar y cuándo y cómo soportar con fortaleza y paciencia las embestidas de aquellos a los que tenemos que ofrecer nuestro perdón. Danos, Señor, la Gracia y la paciencia divina para perdonar como Tú nos perdonas a cada uno de nosotros. Amén.

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