´
EMAÚS
"Despojado de toda distracción y riqueza. Sólo desde la humildad de nuestro corazón, junto a María, llegará nuestra oración al PADRE".
´
EMAÚS
Himno
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.
Cuando rezo y participo en la Eucaristía, ¿a quién busco, a quién rezo y con quién participo? Porque, dependiendo de lo que yo crea dependerá lo que realmente busco. Es posible que haya, y siga actualmente, realizando prácticas piadosas sin haberme, siquiera, planteado esta pregunta e interrogante: ¿Creo en ese Jesús con quien hablo y a quien le rezo y que Vive? Y, si es así, ¿cómo lo manifiesto y lo doy a convencer en mi vida?
No es el camino buscar a Jesús con la razón y con la exigencia de pruebas que te satisfagan y te demuestren que ha Resucitado. Y no lo es, porque, incluso dadas estas, te quedaría igual y buscarías justificaciones para traicionarte y autoengañarte. La autotraición busca justificar tus mentiras y falsedades. Ya lo dijo Abrahan en la parábola del rico epulón - Lc 16, 19-31 - cuando advirtió a aquel epulón - valga la redundancia - que "si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite."
Búscalo dentro de ti. Es ahí donde Dios ha puesto esa chispa - el alma - que inquieta tu vida y te mueve a buscarle. Esfuérzate en dar respuesta a esa inquietud - llamada - que está impresa en tu corazón. No te exijas grandes cosas, ni grandes hazañas. Dios te quiere para algo concreto y, posiblemente pequeño. Piensa en María, ¿qué hizo? Nada extraordinario, simplemente obedecer la Voluntad de Dios. Es Él quien hace todo lo demás.
Por eso, aparentemente, toma lo más débil, lo más humilde y pequeño. ¿No lo advierte en la obra de Dios? Él se renueva cada día, cada instante dentro de ti y te invita a dejarte guiar por el Espíritu Santo, ese Espíritu de Dios que ha bajado a ti también en la hora de tu bautismo, tal y como lo hizo con y en Jesús en el Jordán. Todo lo demás correrá de su cuenta. Eso sí, no te será fácil ni cómodo. El camino que Dios nos propone lleva una cruz que tendremos que cargar. En eso son ejemplos hermosos y extraordinarios María y José, así como los apóstoles y muchos más.
Jesús ha Resucitado y Vive en cada uno de nosotros. Nuestro cometido es prepararle un lugar dentro de nuestro corazón para que, desde ahí, reine en nosotros y dirija nuestra vida según su Voluntad, que no es otra que nuestro bien, la de llevarnos a su Gloria para el gozo y felicidad eterna. Amén.
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Amén.
Nos faltan palabras. Sabemos, por el Evangelio que Jesús Vive y, celebrando su Muerte y Resurrección, hacemos un previo silencio de espera para interiorizar esa esperanza de Resurrección en la que creemos por su Palabra y porque, Él, ha Resucitado. Nos alegra celebrar esa celebración - valga la redundancia - de esperanza de vida. De vida eterna en plenitud. Por tanto, tras la pena de la tristeza y sufrimiento, se esconde la esperanza de la alegría de Vida eterna.
Y no se nos ocurre otra cosa de permanecer en silencio y en oración. Una oración que brota de la profundidad del corazón y que dice:
No solo con tu Palabra sino con tus hechos me has transmitido la locura de tu Amor. El cenit es esa noche de la Santa Cena. En ella la expresión de tu Amor llega al extremo de abajarte y humillarte lavando los pies a tus apóstoles y también a todos los que como Pedro, aun resistiéndose a primera vista, luego, al experimentar la fuerza e intensidad de tu Amor se entregan desde la cabeza a los pies. Sí, Señor, es una locura de Amor tan grande que llegas a entregar tu Vida incondicionalmente, aún a sabiendas que muchos se resistirán a tu Amor.
De esta manera, humilde y servicial, me dices que yo también tengo que amar hasta ese extremo. Ese es tu mensaje, así quieres que yo también lo haga. Y, experimento y descubro en mí la debilidad de mi naturaleza humana. Soy débil y pecador, y me siento arrastrado por el pecado, por mis apetencias, por mis sentimientos humanos que me incitan al odio, a la venganza, a la razón de dar y recibir, a la economía, a no regalar nada impidiéndome darme gratuitamente.
Indudablemente, Señor, es bueno descubrirse como se es y darse cuenta de que te necesito. Sin Ti, Señor, no daré un paso de verdadero amor. Siempre estaré marcado, señalado y arrastrado por el egoísmo, por el interés y por la falsedad. Necesito tu Mano y tu Gracia para transformar mi corazón de piedra y endurecido por el egoísmo, en un corazón de carne, amoroso y misericordioso. Ahora, que lo descubro, quiero, Señor, pedirte esa Fuerza y esa Gracia que, venida de Ti me dé la fortaleza y la valentía para amar a tu estilo. Un estilo sin condiciones, sin intereses, sin pedir nada a cambio. Un estilo gratuito y, simplemente, por Amor.
En esa esperanza seguiré, paso a paso, a tu lado e insistiendo siempre en lo mismo. Poniendo mi pobre, endurecido y pecador corazón en tus Manos, para, cuando Tú lo quieras, lo transformes en un corazón como el Tuyo. Gracias, Señor.