En el recorrido de nuestra vida percibimos los logros, aunque también las sombras, de nuestro quehacer diario. Nos sabemos útiles para nuestra familia y también experimentamos lo mucho que recibimos de ella. De no ser así estaríamos en peligro de caer en depresión y, desvalorados y desmotivados, abandonarnos al nihilismo y al quietismo. Habíamos ya caído en el pozo de la depresión.
Necesitamos sentirnos útiles y que nuestra existencia tenga sentido para alguien. Es algo que está impreso dentro de nosotros y nos da vida. Sin embargo, no es esa toda la verdad, porque la sola presencia de estar, de existir es ya de por sí un valor. Porque tu inutilidad sirve para que otro se sienta útil. Todos podemos tener experiencia de eso y de conocerlas.
Así que siendo útil, o inútil para que otros se sientan útiles por ti, todos estamos y cumplimos una misión. Y eso sucede queramos o no. Así ha sido plantada la semilla desde el principio, y seguirá creciendo ya se haga de noche o empiece un nuevo día. Lo importante es ver que la obra crece y que nosotros tendremos que ser buenos agricultores en este mundo de la siembra.
Y los frutos saldrán cuando se pone todo el amor para que salgan. Será pequeño el comienzo, pero terminará haciéndose tan grande que iluminará a todo el mundo. Por eso, a la hora de mirar el recorrido de tu vida, mira si hay más frutos de amor que de otros intereses materiales porque son los primeros los más importantes.
Danos Señor el agua de la Gracia para que mis frutos no sean de semillas de este mundo sino de la Semilla de tu Amor.