La experiencia nos descubre que el ser humano se experimenta feliz cuando ama y se siente amado. Ha sido creado para amar y, en consecuencia, cuando ama se siente feliz y dichoso. Pues bien, el estilo y camino de vida bienaventurado - bienaventuranzas - es el camino, valga la redundancia, para alcanzar ese amor que esconde en él la dicha y el gozo de la felicidad. Pero, no una felicidad pasajera, sino una felicidad que, siendo en este mundo imperfecta, será perfecta y dichosamente eterna en el otro. Ese otro mundo que Jesús nos promete.
Por otro lado, experimentamos simultáneamente que cuando nos negamos a nosotros mismos, a pesar de experimentar dolor y esfuerzo de renuncia, subyace en el fondo de nuestro corazón gozo, paz y felicidad. Todo lo contrario que cuando nos dejamos arrastrar por la corriente y nos abandonamos a nuestras apetencias y egoísmos. Todo parece más fácil, pues, resistirse y ponerse en contra exige lucha y esfuerzo, cuando no dolor y sacrificio.
Jesús nos propone ese camino, porque nos conoces y porque nos conviene. Es la única y la mejor manera de mostrar nuestro amor y responder al precio de nuestra libertad. Somos libres para elegir, y conviene elegir bien aunque, aparentemente el camino señalado y propuesto por Jesús, las bienaventuranzas, aparente ser muy duro y difícil para recorrerlo y vivirlo.
Las bienaventuranzas son un estilo de vida donde tu vida, valga la redundancia, se vacía para llenar la del otro. Y, la sorpresa es que es ahí donde se esconde esa felicidad que todos buscamos. ¡Señor!, reconociendo nuestros pecados e inclinaciones hedonistas, te pedimos la Gracia de superar nuestras apetencias egoístas para sumergirnos en ese camino bienaventurado. Amén.
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