El camino está lleno de trampas y de peligros. La duda está siempre presente, es condición sine qua non y siempre nos acompañará. A nosotros nos toca ponerle resistencia y reafirmarnos en la fe. Para eso contamos con la asistencia y el auxilio inestimable del Espíritu Santo que, recibido en nuestro bautismo, nos acompaña siempre para defendernos, fortalecernos y capacitarnos contra esos peligros y amenazas que nos crea nuestras propias dudas.
Pedro, siempre impetuoso y dispuesto, salta y se lanza a confesar que Jesús es el Hijo de Dios Vivo claramente asistido e impulsado por el Espíritu Santo. No tiene conciencia de lo que dice y se manifiesta unos momentos después cuando se atreve a contradecir a Jesús y discutirle su plan de muerte y Resurrección. Su compromiso es aparente, inconsciente y sin raíces profundas. ¡Y está al lado del Señor!
Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti,
Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!». Pero Él, volviéndose, dijo a
Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque
tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!»
También nosotros lo tenemos a nuestro lado Eucarísticamente y nos cuesta comprometernos y responderle con un sí firme y decidido. No experimentamos su Pasión, muerte y Resurrección en vivo como ellos, pero sí tenemos sus testimonios y la asistencia del Espíritu Santo como ellos. Quizás tenemos la ventaja de saber y conocer su Resurrección, cosa que ellos no supieron hasta que lo comprobaron con sus propios ojos.
Necesitamos, pues, la fe, esa fe que nos da el Espíritu de Dios y que tendremos que ser capaces de abrirle nuestros corazones. Pidamos, pues, esa Gracia que nos fortalezca, nos ilumine y nos dé la sabiduría de saber sostenernos con firmeza y perseverancia en la fe que alimenta tu esperanza. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario