Señor mío:
Tú me diste estos ojos;
dime dónde he de volverlos
en esta noche larga,
que ha de durar más que mis ojos.
Rey jurado de mi primera fe:
Tú me diste estas manos;
dime qué han de tomar o dejar
en un peregrinaje
sin sentido para mis sentidos,
donde todo me falta y todo me sobra.
Dulzura de mi ardua dulzura:
Tú me diste esta voz
en el desierto;
dime cuál es la palabra
digna de remontar el gran silencio.
Soplo de mi barro:
Tú me diste estos pies...
Dime por qué hiciste tantos caminos
si Tú solo eres el Camino,
y la Verdad,
y la Vida.
Dulce María Loynaz