Ayer fue un día trágico. Trágico por el accidente acaecido en la línea del Avia Madrid - Ferrol, el tercero más grande de España, ocurrido en las inmediaciones de Santiago de Compostela. Nada más oportuno que pedir al Apóstol Santiago, apóstol que dio testimonio de dolor y amor, que nos infunda la esperanza de soportar estos momentos trágicos en la paz y confianza del Señor.
Se experimenta duramente, y difícilmente se hace insoportable o imposible, pero sabemos, al menos los que creemos en Jesús, que en Él podemos asumir este trágico dolor con paciencia y esperanza.
Amor y dolor constituyen dos términos de una misma realidad. Más aún, no
puede existir el uno sin el otro. Un amor que no comportara
sufrimiento, renuncia, sacrificio ya de entrada sería sospechoso. Un
dolor que no se viviera con amor sería asimismo estéril e inútil.
Justamente o el amor abre la puerta al dolor para demostrarse auténtico y
el dolor se funde en el amor para vivirse en paz, o todo suena a
patraña y a mentira (de Catholic.net: meditación diaria sobre Santiago Apóstol).
Son momentos de desesperación, de locura, de proyectos derrumbados, de planes desbaratados y de oscuridad. Pero sabemos que, aunque lejos, la luz está ahí. Muy cerca de nosotros, junto a nosotros, aunque no la veamos, pero está.
No olvidemos como el Padre (Parábola del hijo prodigo), aun sabiendo el riesgo y las desventuras del hijo, le permitió marchar de casa y adentrarse en el mundo de la perdición. Pero nunca perdió las esperanzas de, un día, divisar el regreso del hijo. Sepamos, aunque nos cueste, que el Padre está en el balcón de la vida mirándonos, esperando nuestro regreso, nuestra confianza. Él hará el resto y, seguro, celebrará a su momento una fiesta de amor.