Posiblemente nos quedamos pasmados ante la forma de actuar de Jesús. Porque, Jesús, no sólo habla, sino que actúa, y lo hace, siempre haciendo el bien. Jesús, el Señor, busca el bien del hombre, porque ha venido a salvarlo. No puede, ni desear, ni hacer nada que pueda perjudicar al hombre.
En esta ocasión, invitado con su Madre y discípulos, a una boda, sugerido por María, su Madre, es empujado a descubrirse públicamente y dar comienzo la proclamación del Reino de Dios. Termina diciendo el Evangelio: Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.
También nosotros creemos en Jesús, porque su Palabra tiene siempre cumplimiento. Vive y hace lo que predica. Su Vida tiene coherencia con su Palabra, y eso le distingue con una autoridad nunca vista. Él llena las tinajas de agua con vino, pero no un vino cualquiera, sino un vino excelente. Llena, ahora, Señor, las tinajas de mi vida con el buen vino del amor.
Posiblemente estén llenas ya, pero mis ojos, cerrado y vendados por las luces y las tentaciones de este mundo, no ven lo que hay en ellas. Transforma, Señor, mi vida y hazme descubrir todas las cosas buenas que Tú has puesto en ella. Porque, Tú, sólo haces cosas bellas y buenas, pero mis torpes ojos no las ven ni las emplean para hacer bien.
Dame la Gracia, Señor, de saber catar y oler el buen vino del que has llenado mi vida, y de saber emplearlo para que los demás lo puedan saborear. Dame la sabiduría de poder ofrecerlo a todos aquellos que deseen embriagarse de tu buen sabor y de tu amor.
! Señor, transforma nuestras vidas de agua en buen vino! Amén.