Tienes la oportunidad de decidir qué frutos quieres dar. Dentro de ti tienes la tierra y el jardín donde se cultiva tus frutos. Ese jardín, llamado corazón, dará los frutos, buenos o malos, según tu cultivo y según como lo abones. Puedes utilizar el agua que te ofrece el mundo o el agua que te regala el Espíritu de Dios. El agua de la Gracia que sólo puede dar frutos buenos.
Todo dependerá de la bondad de tus frutos, de la tierra donde los cultives y del abono con que los nutra, así del agua con el que los riegues. Es trabajo tuyo que te corresponde a ti sólo. No puedes contratar a otro jardinero. Se trata de tu propio jardín y es a ti a quien corresponde cultivarlo. Y todo lo que tú no puedas lo pondrá el Señor con su Gracia.
Para eso ha sido enviado el Espíritu Santo, para acompañarte en esa tarea de cada día en el cultivo y cuidado del jardín de tu corazón y para que tus frutos sean buenos y agradables al Señor. Para que sean frutos llenos de esperanza, de bondad, de mansedumbre, de misericordia y de la Gracia de Dios. Frutos de verdadero amor que reflejan y transparenta el Amor de Dios.
Pidamos al Señor la Gracia de dejarnos cultivar por la acción del Espíritu Santo para que la tierra de nuestro corazón sea cultivada con el objetivo de dar los mejores frutos para el bien del Reino de Dios y de todos sus hijos buenos y malos, justos e injustos. Amén.