El conflicto está servido, y es que si no hay conflicto no hubiese habido necesidad de salvación. La ausencia de conflicto significa paz. Si todo está en paz se supone que las cosas están bien hechas, hay justicia y todos nos sentimos bien. Desde el momento que hay conflicto es debido a que hay injusticias. Y esto supone diferencias, desavenencias, choques y egoísmos.
Se necesita paz y salvación. El conflicto es el caldo de cultivo del pecado y ello supone traición, envidia, odio y todo lo que alimenta el conflicto. Todo tuvo un comienzo y ese es el origen, el pecado original. Pues bien, se necesita que en el conflicto haya guerra, pues no sería entonces conflicto. Pero guerra de amor, guerra por defender la verdad que hace justicia y da paz. Y en esa actitud Jesús nos advierte hoy que ha venido a armar conflictos. Conflictos que ardan en deseos de amor, de justicia y de paz.
Claro, Señor, yo no puedo permanecer callado, pasivo, quieto y adormilado en mi rincón de amor. Tengo que salir, salir a las periferias, gritar y armar lío proclamando que Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida, y desde ahí mi particular hoguera debe arder constantemente. Claro, todos unidos seremos más fuerte y nos fortaleceremos los unos a los otros.
Pero, sobre todo, Señor, contigo, junto a Ti. Tú en el medio derramando tu Gracia y señalándonos el camino en el Espíritu Santo. Un camino de lucha, de fuego, de verdad y de amor. Amén.