No somos conscientes de nuestra suerte ni del Misterio Infinito del Amor de Dios. Un Amor que nos salva a pesar de no merecerlo: Un Amor que nos invita, a pesar de nuestro rechazo, a tener la oportunidad de, revestidos de la Gracia y arrepentidos de nuestros pecados, alcanzar la Misericordia de Dios. No lo sabemos, porque no actuamos en consecuencia ni respondemos a su invitación.
Quedaríamos asombrados de cómo actuamos y respondemos a la invitación que el Señor nos manda si fuésemos capaces de entender. Por eso, sabido que no comprendemos. Y es más, conscientes de que no alcanzamos a comprender, te pedimos, Señor, que nos ilumines y nos des del don de la Gracia de darnos cuenta de lo que hacemos y valoremos la oportunidad infinita que Tú nos regala por tu Amor.
Gracias, Señor, por esta infinita invitación que no merecemos ni llegamos a comprender en toda su valoración. Arranca de nuestro endurecido corazón la soberbia y el orgullo que nos ciega y nos predispone a rechazarte y a ignorar tu invitación. Abre nuestros ojos a esa barbaridad a punto de cometer contra tu invitación. Perdónanos nuestra ignorancia y osadía altanera de creernos con derecho y merecedores de negarte y rechazarte.
Danos la humildad de abajarnos, de reconocer nuestros pecados, nuestra pequeñez y pobreza, para que, humillados y postrados ante tu grandeza y Amor, seamos capaces de adorarte y reconocerte Señor y Creador de todo lo visible e invisible. Pero, sobre todo, Padre. Padre bueno que nos salva y que nos quieres. Y que nos haces tus hijos por los méritos de Jesús, tu Verdadero y único Hijo, el Mesías, el enviado, que entregando su Vida, ha rescatado la nuestra para la Gloria Eterna.
Gracias, Padre, dame la sabiduría de rebuscar en el fondo de mi corazón y desenterrar esa hermosa y valiosa invitación al Banquete de tu Hijo Jesús, para que, revestido con la Gracias de tu salvación, asista humildemente y lleno de gratitud al banquete del Cielo prometido. Amén.