Por mucho que me esfuerce y que lo intente, nunca podrá entenderte, Señor, y menos descubrirte. Un Dios todo poderoso no lo puedo imaginar en una Persona pobre e indefensa como un cordero llevado al matadero. Así mismo ha sido descrito en la Sagrada Escritura: Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió El su boca - Is 53, 7 -. Nos resulta inexplicable descubrir un Mesías así y, poniéndonos en el lugar de sus contemporáneos, comprendemos que también para nosotros hubiese sido imposible de comprender.
Valoramos la fe y el confiar en su Palabra que tuvo María y los apóstoles al seguirle. Y lo valoramos porque, ahora también nosotros estamos en esa situación. No ha cambiado mucho. Hoy muchos cristianos están dando su vida por confesar su fe en Jesús, y la Iglesia continua perseguida hasta el extremo de arriesgar la vida de muchos cristianos en algunos lugares del mundo. También en nuestras ciudades se hace cada vez más confesar tu fe y presentarte como católico.
Hoy tenemos más ventaja pues le conocemos porque la santa Madre Iglesia nos lo ha transmitido y nos lo revela a través del Evangelio. Y, porque, también tenemos el testimonio de muchos cristianos que dan su vida por su fe en Jesús, el Hijo de Dios. Y, experimentamos que, a pesar de todo ello, nos resulta difícil aceptarlo, pues en el fondo de nuestro corazón nos gustaría más un Dios poderoso y fuerte que sometiera a los pueblos y dominara el mundo. Un Dios que impusiera su justicia y su verdad.
Sin embargo, Señor, Tú te has presentado pobre, manso, humilde y sin poder, como un hombre cualquiera y sencillo. La única diferencia que eres Dios, un Dios amoroso y misericordioso y que por Amor nos das la gloria y la salvación. Amén.