Es algo inherente a nuestra condición humana. Ante lo que sucede delante de nosotros siempre tenemos algo que reprochar. Nos cuesta mucho dar todo por bueno, y, hasta nos parece, que siempre hay que poner alguna objeción. Lo lógico es poner algún defecto aunque eso sea por decir algo, pues nos parece que no es bueno estar conforme con todo. Al menos eso es lo que se desprende en el ambiente en que hemos sido educados.
¡Cuánto nos cuesta mantener nuestra boca en silencio! Es eso lo que hoy queremos pedirte Señor, que nos mantenga nuestra boca en silencio y sólo abrirla cuando la situación lo demanda y se hace necesario. No es cosa fácil y necesitamos tu concurso y tu Gracia Espíritu Santo para poder enfrentarnos con esperanza de victoria contra nosotros mismos. En nosotros se esconde ese mal que nos traiciona y nos envuelve en la crítica destructiva y disconforme.
Cargados de esperanza, y en la confianza que, injertados en el Espíritu Santo, seamos capaces de liberarnos de esa inclinación y tentación a hablar mal y poner reparos a todo los que hacen, te rogamos Señor que nos llenes de la sabiduría de discernir lo bueno de lo malo, y de saber cuando debemos permanecer en silencio y callados, y cuando debemos intervenir y compartir.
Líbranos Señor de la tentación de la crítica y del desprecio a las obras de los demás, y danos un corazón humilde para aceptar el silencio y la humildad de construir por amor. Amén.