Todos hemos recibido riquezas y cualidades, es decir, dones y talentos con los que obtenemos beneficios y podemos generar riquezas. Riquezas, que no siempre deben contemplarse en sentido económico o crematístico, sino también en sentido espiritual o inmaterial. Hay quienes su sola presencia da alegría, ánimo, entusiasmo y otros que consuelan y generan confianza.
Pero, no todos las ponemos encima de la mesa y las compartimos. Esa es la cuestión, que tus riquezas y cualidades no debes guardarlas para ti, sino que debes compartirlas y ponerlas en función de los que las necesiten y puedan sentirse mejor y crecer con ellas. Sobre todo, crecer en la buena dirección, es decir, hacia la Luz verdadera, la que alumbra de verdad toda nuestra vida.
Es eso lo que queremos hoy descubrir y suplicar al Señor. Quizás estamos algo dormido y muchas cosas que podemos y sabemos hacer muy bien las dejamos en el tintero de nuestra vida y no las derramamos en beneficio de los que las necesitan y pueden servirse para encender y dar un poco de luz a sus vidas.
No dejes, Señor, que mi vida se consuma en mí mismo, sino que sea capaz de compartir todo lo que he recibido gratuitamente, dones y cualidades, poniéndolo en servicio de todos aquellos que lo necesiten. Llena mi corazón, Señor, de humildad, y hazme descubrir mi pobreza, mi verdadera pobreza, que no está en las riquezas materiales que pueda tener, sino en la capacidad de mi corazón que tiene para amar. Porque, Señor, en el amor está mi gozo y mi felicidad, y sólo amando como Tú me enseñas puedo ser feliz y alcanzar esa Luz a la que quiero encaminar mi vida y mis pasos. Amén.