No se trata de evangelizar así como así, porque, primero tendrás que estar evangelizado. Claro, la vida es todo un proceso de evangelización y nunca terminará plenamente. Siempre estamos en proceso de evangelización, porque siempre estaremos creciendo en sabiduría y perfección. Ese es el camino y esa es nuestra esperanza confiada y abandonada en Manos del Señor.
Pero, en la medida que tu camino vaya por camino de conversión, tú también puedes ir siendo semilla, por la Gracia de Dios, de conversión para otros. Nunca estaremos ni seremos lo suficiente buenos para evangelizar, pero, siempre podemos ser instrumentos de evangelización cuando somos capaces de dejar pasar la Gracia de Dios hacia otros. En eso estriba todo el mensaje de nuestro Señor Jesús, en dejar pasar la luz recibida del Espíritu Santo para que alumbre a otros.
Y eso es lo que significa amar. Amar es darse en bien al otro deseándole la paz y el bienestar por compromiso y voluntad. Porque, el amor es un compromiso voluntario fuera de sentimientos, gustos y otros. Así nos quiere Dios, a pesar de nuestros desplantes e indiferencias. Amo porque quiero y tengo voluntad de amar, a pesar de todo lo que me pueda suponer esfuerzo y trabajo. Amo, porque ir a favor de la corriente de mis sentimientos y apetencias lo sabemos y nos gusta a todos. Amar es todo lo contrario. Y amo porque las personas que me aman buscan también mi bien y mi paz.
Y eso no se puede guardar. Jesús formó la semilla de su Iglesia en ese grupo de discípulos que le siguieron y compartieron con Él su vida pública. También nosotros estamos llamados y comprometidos en el bautismo a hacer lo mismo. A seguirle dando fe y testimonio, desde el lugar y circunstancias de mi vida, sin desfallecer e injertados en el Espíritu Santo. Pidamos esa gracia. Amén.