Tú, Señor, cada mañana llamas a mi puerta y me dices ven. Yo quiero seguirte con todas mis fuerzas, que se haga tu voluntad. Sabes que no tengo nada, que soy muy débil y pecador, mi vida te ofrezco, mis planes, mis manos, te entrego mi corazón.
Tú, Señor, has tomado todo lo que soy, me seduce tu evangelio y tu verdad, tu amor y tu amistad. Tú, Señor, me has mostrado un modo de vivir, un camino de renuncia y caridad, contigo soy feliz.
Tú me has hecho libre, capaz de amar. María me enseña a ser sencillo, viviendo en fidelidad. Tú me has puesto entre los hombres como un testigo de tu verdad, ser sal de la tierra, ser luz del mundo, tu fuerza me bastará. Amén.