Podemos pensar que, según nuestras obras y méritos tendremos derecho a merecer la Gloria prometida por nuestro Padre Dios. Dentro de la lógica humana entra es forma de ver, entender y pensar. Por mis buenas obras contraigo méritos que me dan el premio del Cielo prometido.
Pero, nada más lejos de la realidad. Nuestra lógica y forma de pensar no coincide para nada con la de nuestro Padre Dios. Nuestra salvación no depende de mis buenas obras, ni tampoco de todos los méritos que podamos hacer. Mi salvación y la tuya dependen de la Gracia de Dios. Es decir, del Infinito Amor misericordioso de nuestro Padre Dios.
Eso no significa que tengamos que quedarnos con los brazos cruzados esperando la Gracia y la Misericordia de nuestro Padre. No estoy diciendo eso, sino todo lo contrario. Tengo que esforzarme en hacer la Voluntad de mi Padre, claro lo dice Jesús en otro momento, pero sin olvidar que todo me ha sido dado de forma gratuita.
Dios te puede llamar a las primeras horas de la mañana y tu respuesta es obedecer y acudir a esa llamada y trabajar todo el día. Pero, también puede convenir en llamarte a las últimas horas de la tarde, y de la misma forma debes escucharle y acudir a su llamada. Y poner todo el empeño necesario que puedas en cumplir con tu trabajo. Sólo Él sabe el por qué de las horas y de las llamadas. Y te remunerará tal y como Él quiera. O, ¿acaso tienes tu derecho a protestar? ¿Quién eres tú para pedirle cuenta de sus actos? ¿Acaso crees que has hecho méritos para exigir mejor trato y remuneración?
Eso es lo que, en mi humilde opinión y a la luz del Espíritu Santo, Jesús trata de decirme hoy y en este momento. Para nuestro Padre Dios no cuenta el tiempo, ni tampoco las obras, pues, por mucho que pretendamos nunca alcanzaremos a pagar la Gloria que Dios nos regala por verdadero Amor. Amén.