No nos resulta fácil perdonar y mucho menos a aquellos que nos han ofendido. Nuestra capacidad de perdonar es limitada e insuficiente. Incluso, deseándolo y queriéndolo, nos resulta difícil, por no decir casi imposible. Decimos: "le perdono, pero no olvido", es como el máximo de lo que podemos hacer. Ahora, ¿nos perdona nuestro Padre Dios así? ¿Y nos conformamos nosotros con ese perdón insuficiente, que no olvida y mantiene siempre en el recuerdo nuestros pecados? ¿O nos gustaría ser perdonados, borrando nuestro pecados, para siempre como si no hubiesen existidos? Seguramente sería de esta última la que nos gustaría. ¿Y eso no nos obligaría a hacer nosotros también lo mismo?
¡Eh ahí la cuestión! El perdón recibido de nuestro Padre Dios nos obliga también a nosotros perdonar. No porque nuestro Padre Dios nos lo exija, sino porque se desprende de nuestra misma naturaleza al ser perdonados. No comprenderíamos que fuésemos perdonados y, luego, nosotros no perdonáramos. La parábola que Jesús no cuenta nos deja clara y zanjada esta cuestión. Aquel hombre, tras ser perdonada su deuda, imposible de pagar, no fue capaz luego de perdonar a quien le debía simplemente muy poco.
Y eso al rey no lo gustó. La lógica natural nos dice que debía perdonar después de él ser perdonado en tan cantidad impagable. Y esa es también nuestra lógica. Perdonamos porque el perdón que recibimos de nuestro Padre Dios es tan grande, Infinito e inmerecido, que, ¿cómo no vamos a perdonar deudas limitadas, humanas que nos hagan nuestros mismos prójimos? Me daría vergüenza presentarme delante de nuestro Padre Dios sin perdonar las ofensas que me hayan hechos mis otros hermanos habiendo sido yo perdonado de mis enormes pecados por nuestro Padre Dios. ¿No te parece lógico?
Otra cuestión que nuestras fuerzas sean débiles y necesitemos la Gracia de nuestro Padre para poder perdonar setenta veces siete. Para eso tenemos esa hermosa oración del Padrenuestro que el mismo Jesús nos ha dejado y en la cual pedimos al Padre que nos dé las fuerzas y voluntad para perdonar tal y como somos perdonados. Amén.