Sin perdón sería imposible seguirte, Señor. Necesitamos ser perdonados para que la carga de nuestros pecados no sea un peso imposible de llevar. Somos pecadores, y Tú lo sabes muy bien, Señor, y por eso has dejado en los apóstoles el poder de perdonar los pecados. Poder que continuas en tu Iglesia, y que tus seguidores necesitamos para levantarnos y seguir la marcha.
Todos tenemos algo del hijo pródigo, y todos necesitamos esa confianza de encontrarnos un Padre que sepa perdonarnos y nos llene de besos y caricias. Sabemos también, Señor, que no merecemos nada, y menos perdón. Todo es porque eres un Padre Misericordioso y tu compromiso de Amor es tan grande que siempre nos esperas y nos perdona.
No solo, no merecemos ese perdón, sino que no lo entendemos. Nos reconocemos pobres y pecadores y eternamente agradecidos por tu Misericordia, Señor. Gracias, Dios mío, por tu Hijo Jesús, quien, entregado a una muerte de Cruz por nuestros pecados, nos ha rescatado y nos ha merecido ser dignos hijos Tuyos. Solo queremos, abandonados a tu Amor, darte las gracias y pedirte fuerza y sabiduría para seguirte.
Gracias, Señor, por tu Iglesia, porque en ella podemos encontrarte y acudir al banquete Pascual que Tú has decidido dejarnos. Gracias, Señor, por quedarte para alimentar nuestras esperanzas y fortalecernos en el amor, y convocarnos a tu derredor para, unidos, poder dar testimonio de tu Amor, amándonos.