Suele ocurrir con mucha frecuencia, la tierra poco profunda no echa raíces y pronto con los afanes de la vida se marchita y se muere. Sus frutos no son los esperados y deseados, incluso por la misma tierra, que desea dar buenos frutos. ¿Qué es lo que ocurre? Lo de siempre, las preocupaciones, los proyectos y nuestros placeres está colocados y cultivados en nuestros corazones ante que los de nuestro Padre Dios. Así, con el tiempo y alejados de sus enseñanzas y su Palabra, el mundo, demonio y la carne nos ganan la guerra y nos alejan de nuestro Padre Dios.
Sin embargo, Jesús, nos promete hoy que Él sigue y continúa curándonos. Pero, condición indispensable es que le sigamos y que nos mantengamos cerca de Él. De esa manera se cumplirá lo que dice el profeta Isaías: «He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza».
Y eso nos da confianza y esperanza para que, a pesar de nuestras debilidades y vacilaciones, nos sostengamos siempre firmes apoyados en la Roca, que es Xto. Jesús, que nos salva y nos da vida. Pero eso nos exige y nos llama a seguirle. Y es eso, Señor, lo que te queremos pedir en estos momentos, la fortaleza, la claridad y sabiduría para sostenernos firmes por encima de nuestras apetencias, placeres, bienestar. Sobre todo en este tiempo de pandemia y con el verano que ya tenemos encima.
Que siempre, Señor, tengamor claro y firme la elección de que Tú seas el primero y tu tiempo y los momentos para estar contigo sean los que nunca falten en nuestra vida. Gracias, Señor.