Pobre sería mi vida si sólo te alabo y aclamo, Señor, en momentos puntuales. Porque Tú das vida a mi vida y eres el fundamento, el camino y el todo que la impulsas y le das pleno sentido. Dejar de adorarte sería desperdiciar mi camino terrenal de forma inútil y tonta. Dame la Gracia Señor de no desaprovecharlo.
Por eso, en estos momentos de euforia y de impulsos exultantes de aclamación y vítores, dame, Señor, la sabiduría de perseverar y no desfallecer cuando la euforia desaparezca y la soledad haga acto de presencia. Que mi vida sea una constante aclamación de alegría a tu paso por ella, y que también sea un testimonio de proclamarte con mis obras y palabras.
Abona Señor el huerto de mi corazón y riegalo con el Agua que salta hasta la vida eterna para que no sienta más sed ni hambre que lo consuma. Dame la serenidad, la paciencia y la fortaleza que me acompañen por el camino de tu Pasión y enciendan la llama en mí de tu locura amorosa por los hombres y mujeres de este mundo, por los cuales has entregado tu Vida y me exhortas a que haga lo mismo.
Aumenta mi fe Señor, y haz que no necesite ver sino creer ciegamente en tu Palabra, pues tus Palabras y, sobre todo, tu Amor son la prueba de que Tú eres el Hijo de Dios hecho Hombre.