No se trata de amargarse, ni de echarse encima más peso del que puedas soportar. Se trata de no dejarte engullir por la vorágine consumidora, acomodada y placentera que te lleva a encerrarte en ti mismo y a no ser generoso y dado con los demás.
Se trata de luchar contra tu naturaleza egoísta en dar riendas sueltas a tus propias apetencias y satisfacciones pasando por encima, si hace falta, de los demás. Se trata de morir a tus egoísmos y mirar a las carencias y sufrimientos de tus hermanos que carecen de muchas necesidades. Se trata de amar.
Y para eso hace falta la renuncia, y la renuncia exige y necesita oración y también ayuno. Ayuno que fortalezca tu oración y te proteja de la avalancha consumista y materialista que amenaza con apartarte, acomodarte y alejarte del Señor incluso practicando unas normas y leyes de ayunos que no significan nada, sino eso, simplemente leyes.
Jesús nos alumbra una vida nueva, un espíritu nuevo y una nueva forma de vivir. Ha llegado el Esposo, y en presencia y con el Esposo, la Esposa, la Iglesia, se siente en fiesta, en gozosa alegría y dicha. Hemos sido renovados para vivir el gozo y la alegría de la eternidad en la presencia del Padre.
Danos, Señor, la sabiduría de saber apartarnos del bullicio del consumismo, y de la algarabía que busca simplemente la satisfacción y la comodidad caduca y vieja. Y fortalécenos con la oración y penitencia de sabernos esperanzado en encontrarnos con el verdadero Esposo que nos colma de verdadera dicha y alegría.
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