Tu Mano me sostiene, Señor.
Nos parece siempre lo mismo, y, también, el Maligno está interesado que así parezca. Porque esa rutina de fracasos minaría nuestra perseverancia y terminaríamos por desistir. A él, al demonio, le interesa que nos cansemos y que no veamos resultados.
O mejor, que esperemos resultados, y al no llegar, desesperemos y desistamos. Observamos que no avanzamos. Eso al menos parece, ya lo hemos comentado, pero no es así. Es una falsa apreciación, porque si avanzamos. Hoy somos mejores que ayer, porque amamos más y porque servimos mejor.
Es verdad que cuesta apreciarlo; es verdad que la diferencia es tan mínima que llega a ser casi imperceptible, pero somos mejores. No lo dudes. Cada segundo de nuestra vida al lado del Señor respiramos su Gracia, y eso nos hace mejor. Me viene ahora a la cabeza la buena y estupenda película de: ¡Qué bello es vivir!, donde apreciamos todas las cosas buenas que se hacen casi sin darnos cuenta ni valorarlas.
Sí, Padre Bueno, cada día soy mejor por tu Gracia y por tu Amor. Y hoy quiero darte gracias por todo lo que me has dado y continúas dándome. Y experimento tu fuerza cuando hago las cosas sin darme cuenta. Ahora mismo escribo costándome esfuerzo, pero experimentando que eres Tú quien me empuja. Muchas veces no sé ni cómo soy capaz de hacerlo.
Sí, Padre Bueno, gracias porque eres Tú la Fuerza que me anima a vivir; la Fuerza que me empuja a levantarme cada mañana a la lucha de cada día; la Fuerza que me capacita, ilumina y asiste para poder vencer mis egoísmos y miserias. Gracias Dios mío.
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