Cuando se ora es porque necesitamos un favor, fuerza o capacidad para hacer algo que pensamos debemos hacer. De cualquier forma, la oración supone siempre acción. Acción que a veces necesitamos de afuera, otras veces nos corresponde a nosotros actuar, y siempre será Dios quien nos ayude a una cosa u otra.
Lo que si está claro es que necesitamos orar. Y orar es hablar con Dios. Pedirle por nuestras necesidades, que tenemos muchas, pero, sobre todo, pedirle por nuestra salvación final. Porque ahora, el Señor, nos puede sacar de muchos apuros y enfermedades. Tal es el caso de la suegra de Pedro, pero, hoy o mañana llegará el final de nuestra vida en este mundo, y ese es el momento importante y la hora crucial de nuestra salvación. Es ahí donde necesitamos ser curados y salvados.
A ese objetivo debe ir dirigido nuestra oración. Pedirle al Señor por nuestra salvación, y pedirle fuerza y capacidad de ir superando todos los momentos presentes, alegres y tristes, que conforman nuestro futuro y que terminan en su presencia. Y para eso es vital la oración. Jesús nos lo enseña con la práctica en su propia vida. Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, y se puso a hacer oración.
Te pedimos Señor que la oración forme parte de nuestra vida y sea el nexo de unión contigo para que, fortalecidos en ella, seamos capaces de vivir una vida, en la Voluntad del Padre, entregada por amor al servicio y la caridad con los demás. Amén.
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