El mundo es hermoso y bello. Sobre todo cuando disponemos de salud, de dinero y de todos lo necesario e ingredientes para pasarlo bien. ¿A quién no le gustaría esa oferta? Y es la que nos presenta el diablo. Poderosa y tentadora que pocos nos resistimos a rechazarla. Sobre todo si prescindimos de la compañía y el concurso del Espíritu Santo.
Sí, necesitamos la fe y la confianza en el Señor para obedecerle y confiar en Él. No es la puerta ancha la mejor opción, aunque nos parezca. Nuestra tendencia es escoger el camino fácil y caemos en la trampa. Hay muchas voces que nos ofrecen, con mentiras y promesas de espejismos, una falsa realidad, porque la felicidad no está en lo fácil sino en lo que realmente cuesta. Eso lo aprendemos desde pequeño. Crecer y llegar hasta aquí nos ha costado nuestro esfuerzo, a pesar de todo lo que nos han dado nuestros padres.
Pidamos luz y sabiduría para saber elegir, y para comprender que lo que tiene valor se esconde detrás de nuestro esfuerzo y trabajo. Y, Jesús, el Señor, nos dice la Verdad. Porque, Él no nos miente y pone su Vida como prueba, entregándola para darnos vida a cada uno de nosotros. No somos libres, pues cada paso que damos nos cuesta desenredar una argolla de nuestra cadena. Somos esclavos.
Esclavos de muchas cosas, de muchos hábitos, de muchas necesidades, de muchas apetencias y apegos. Y necesitamos liberarnos, pero experimentamos que no podemos. Sólo en Ti, Señor, podremos lograrlos. Danos esa capacidad y fuerza de poder vencer con gozo y alegría, para elegir la puerta estrecha llena de dificultades, pero cargada de paz y gozo solidario que nos llena de amor.
Esa es nuestra súplica del día de hoy. Desfallecidos, debilitados y cansados nos ponemos en tus Manos, confiados y esperanzados de levantarnos y poder liberarnos en y por tu Nombre de las ataduras de este mundo que nos invitan a perdernos. Amén.
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