No busca Jesús lucirse ni sorprendernos. Simplemente, aprovecha nuestras súplicas, compadecido de nuestros sufrimientos, para revelarnos su poder y deseos de salvación. Jesús nos demuestra que el tiene poder sobre la enfermedad y sobre la vida, y responde a nuestros ruegos de auxilio. Su intención no es sino despertar en nosotros la fe y la confianza en Él.
Pero, la experiencia nos demuestra que muchos no reaccionan a su compasión y buenas obras. Y hoy ocurre lo mismo. La gente vive encerrada en sí mismo y para sus propios intereses y egoísmos. Y non quiere oír sobre milagros o curaciones, están embobadas en sus objetivos materiales caducos y no despiertan ni quieren darse cuenta. Es algo lamentable, pero que corresponde a cada uno descubrir y responder.
Ocurrió con esa mujer enferma de flujos de sangre, y también con ese jefe de sinagoga y su hija, pero también ocurre con cada uno de nosotros. Tendremos que descubrir nuestras propias enfermedades que nos alejan y separan del Señor, pero que también nos pueden acercar a Él. Necesitamos abrirnos y dejarnos llenar de su Gracia para que la fe se avive dentro de nuestro corazón.
Y eso te pedimos hoy, Señor, dejar nuestro corazón y todos nuestros deseos y ambiciones en tus manos. Tú, Señor, nos has hecho para la vida. Una vida buena y eterna, y nosotros la queremos recibir. Por eso, te pedimos que nos cures y salve como a esa mujer y a la hija de Jairo. Como ellos queremos fiarnos de Ti. En tus Manos nos ponemos, Señor.Amén.