Jesús no quiere dejar pasar a aquella persona que le ha tocado su manto. Él se ha dado cuenta y se vuelve. Los apóstoles le dicen que caminamos muchos y al ir muy juntos lógico es que nos demos algún roce. Pero, Jesús sabe que alguien que le necesita le ha tocado, y lo ha hecho con fe, esperando curarse al tocarle. Quiere verla, encontrarse con ella y darle un saludo de paz y esperanza.
Y la llama, y ella atemorizada y notándose curada confiesa sus intenciones y su problema. Y Jesús la despide cariñosamente dándole la paz y anunciándole que su fe la ha salvado, le curó de su enfermedad. ¿No crees tú y también yo que Jesús nos cura y nos salva también a nosotros? ¿Por qué a esa mujer sí y a nosotros no? ¿Por qué a la hija de Jairo, y a ti y a mí no? Jesús ha venido para salvarnos a todos.
Claro, que esta enfermedad de esa mujer y esa resurrección de la hija de Jairo no fueron definitivas. Ambas tuvieron que enfermar y morir de nuevo, porque el puente para entrar en el Reino es la muerte, pero una muerte que ya hemos visto que no es la última palabra. Jesús nos resucita como lo hizo con esa muchacha, hija de Jairo. Como también lo hizo con su amigo Lázaro o el hijo de la viuda de Naím. También lo hará contigo y conmigo.
Simplemente se trata de creérnoslo y de acercarnos a Él. Nos está llamado en cada instante, y, quizás, de la manera que tú menos espera. No esperes grandes emisarios, ni personajes ilustres. Quizás sea ese amigo que tienes al lado y al que no le das gran importancia. O a ese otro que te ha pasado una invitación, o al párroco que te invita y te llama. Son muchas las maneras en las que Jesús te llama, pero necesita que escuches.
Aprovecho esta página de oración para pedir por ti y por todos los que siendo invitados y llamados por el Señor para que abran sus corazones y como Jairo o la mujer enferma crean que el Señor es su solución y salvación. Amén
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