No escapamos nosotros tampoco de las tentaciones del demonio, porque está al acecho y quiere alejarnos del Señor. El demonio busca nuestra mal presentándonos aparentemente bien. Nos engatusa con el fin de someternos, una vez que nos tiene dominado, y llevarnos a la apetencia de las cosas del mundo para buscar nuestra muerta con ellas. Porque, todo lo del mundo es caduco y tiene fin.
Nosotros tenemos plantado en nuestros corazones las semillas de la Vida Eterna. Hemos sido creados para el disfrute y el gozo en plenitud de eternidad, y, quedarnos en lo caduco es fracasar y tirar por la borda el Tesoro que llevamos dentro. Por lo tanto, todo lo que el Maligno nos presenta son estrellas fugaces que, como meteoritos, brillan un tiempo, pero pronto se apagan y su brillo se oscurece para morir. No nos dejemos engañar por la astucia e inteligencia, superior a la nuestra, del Maligno.
Pero, para ello tendremos que estar unidos al Espíritu de Dios. En nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu Santo, y lo hemos recibido para que nos asista y nos fortalezca en nuestras luchas diarias contra el mal y la tentación. Abrámosno a su acción y a su poder. Con Él venceremos al poder del mal. Así nos lo ha demostrado Jesús en el Evangelio de hoy. Su autoridad lo deja patente. No perdamos esa admiración y esa esperanza en Él. Es el Señor y nos salvará de las garras del Maligno.
Por todo ello, Señor, te pedimos que nos proteja de esa acechanza de los demonios y nos fortalezcas en nuestra voluntad para rechazarlos. Nosotros queremos seguirte y te confesamos con verdadera autenticidad como el Hijo de Dios que, encarnado en Naturaleza Humana, ha venido al mundo para redimirnos del pecado y pagar el rescate para salvarnos.
Danos, Señor, la sabiduría y la fortaleza para huir de las tentaciones y confiar siempre en tu Amor y Misericordia, en la esperanza que siempre seremos rescatados de las tentaciones del Maligno y liberados de sus garras. Confiados en esa esperanza nos abandonamos en tu presencia. Amén.
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