Nos contradecimos a menudo cuando nos empeñamos en dar respuestas a nuestra fe. O dicho de otro modo, exigimos que se nos demuestre nuestra fe. O mejor, queremos creer y pedimos pruebas para ello. Eso es lo que sucede con esta generación: Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación.
Y digo que nos contradecimos porque la fe exige fiarse, pues de lo contrario no sería fe. Si tú dices tener fe, estás diciendo que te fías, en este caso, de la Palabra del Señor. Otra cosa es que ese fiarse está apoyado en hechos y razones que prueban su veracidad. Jesús ha Resucitado, y eso lo creemos basado y apoyado en el testimonio de los apóstoles, a los que se apareció, y a otros muchos, entre ellos varias mujeres.
Personas y testigos que dieron testimonio de esa verdad con sus obras y sus vidas, y que, a través de la Iglesia nos lo han transmitido a nosotros. En eso apoyamos y descansa nuestra fe. Creemos en la Palabra de Dios y en la Resurrección de nuestro Señor Jesús confiados en su Palabra. Y, desde este humilde rincón de oración, unimos nuestras manos y elevamos nuestros corazones para afirmar nuestra fe en Ti, Señor y dador de Vida Eterna.
¡Oh, Señor, Padre Bueno que nos quiere con locura de Amor, danos la sabiduría de los buenos hijos que se fían de tu Palabra, y la hacen vida en sus vidas según tu Voluntad! Danos la docilidad de ser obedientes a tus mandatos, y como el pueblo de Nínive, creer en tu Palabra y acatar tus mandatos. Amén.