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A veces queremos arreglar los problemas con las palabras, y, aunque son muy importantes no bastan por si solas. Porque, las palabras son eso, palabras y no hechos. Por lo tanto, hacen faltan y en el camino quizás vayan ellas primero, pero luego hace falta que le acompañen los hechos. Es decir, las obras.
Palabras sin obras no caminan, pues se quedan cojas. O al menos no caminan mucho, porque tarde o temprano, si no hay obras, las palabras se quedan vacías y sin contenido. En el caso que nos ocupa, Pedro llenó su corazón no solo de palabras sino de arrepentimientos y obras. Su vida fue una entrega generosa al servicio del Evangelio y al seguimiento del Señor hasta entregar su propia muerte.
Pero tuvo que pasar por graves momentos en los que negó al Señor, que también supo llenar de lágrimas de arrepentimientos y de dolor. ¿Nos duele, es la pregunta, a nosotros también nuestras traiciones al Señor? ¿Estamos arrepentidos hasta el punto de darle un vuelco a nuestra vida? ¿Se nota el cambio de rumbo y orientación ? ¿Hay obras que se están construyendo desde nuestro corazón? Son preguntas que tendremos que hacernos simultaneamente al mismo tiempo que hablamos de amor.
Pero, lo verdaderamente importante es sabernos perdonados. No importa, aunque el dolor está ahí, las barbaridades que hayamos cometido, porque estamos perdonados. La Misericordia de nuestro Padre Dios es Infinita y, por los méritos de su Hijo hemos alcanzado el perdón y su misericordia. Y eso es lo que importa, aceptar humildemente esa misericordia y emprender el camino del perdón y del amor.
Pedimos Señor, que nos llenes de tu Amor misericordioso para que sepamos valorar tu Infinita Misericordia y, de la misma forma, ser también nosotros misericordiosos con nuestros hermanos a pesar de sus rechazos y sus ignorancias respecto a que no te conocen e incluso te rechaza. Danos, Señor, ese dolor de contrición para ver nuestros pecados y arrepentirnos de corazón con el propósito de enmendarlos y limpiarnos en tu Infinita Misericordia. Amén.