Cuando decimos que Jesús es el primero, ¿queremos decir que Él manda en nuestra vida? Porque, ser primero es estar por encima de todo, y, estar por encima de todo significa que mi vida está en manos de Jesús. O lo que es lo mismo, Él la dirige según su Voluntad. Una Voluntad que sabemos que quiere nuestro bien y busca nuestra felicidad.
Y también significa que, seguirle, es cargar con la cruz que nos toca. Cruz que está compuesta por muchas cruces pequeñas que cada día tendremos que superar. Tales como, la pereza de levantarnos; la disciplina; el dominio de nuestra voluntad para hacer lo que debo y tengo, y no lo que quiero y me gusta; la ira; la soberbia; la suficiencia…etc. Cruces que, de no querer cargarla nos pueden dejar en el camino y no seguir a Jesús.
Por eso, en el Evangelio de hoy nos dice: "Si alguno quiere venir a mí y no se desprende de su padre y madre, de su mujer e hijos, de sus hermanos y hermanas, e incluso de su propia persona, no puede ser discípulo mío. El que no carga con su propia cruz para seguirme luego, no puede ser discípulo mío”.
Por tanto, sabiéndonos débiles y frágiles, pidámosle perseverancia, fortaleza, confianza de dejarnos llevar por el Espíritu Santo y sabiduría de saber que si no confiamos en Él nos quedaremos en el camino. Él es nuestra fuerza y nuestra esperanza y a Él tenemos que suplicar constantemente cada día para que podamos seguir sus pasos y dejar todo lo demás. Amén.