No es fácil seguirte, Señor. Está a la vista de todos que son muchos los que desisten y se retiran. Incluso los que, entusiasmados, te acogen con alegría y rebozante felicidad, pero, al parecer es flor de un día. Son plantas sin raíces profundas y al menor contra tiempo se desvanecen y abandonan. No lo imaginamos, sino que lo vemos con frecuencia.
En tu mismo grupo sucedió eso. Hubo quien se decepcionó y no supo comprenderte. Pero, lo peor, que perdió toda esperanza. Nosotros hoy queremos pedirte que eso no nos suceda. Somos conscientes de nuestros rechazos y rebeliones a tus planes. No los comprendemos, porque queremos anteponer los nuestros, pero, Tú sabes que queremos seguirte y hacer tu Voluntad.
Transformanos y danos la sabiduría salomónica con la que podamos discernir y estar de acuerdo contigo, porque todo lo que viene de Ti, Señor, es lo bueno y lo que nos conviene. Y, a pesar de nuestras rabietas, nuestros desengaños, nuestras necedades e ignorancia, no permitas Señor que te dejemos y que nos volvamos indiferentes a tus proyectos con nosotros.
Cuan grande es tu Misericordia, Señor. Me da vergüenza de ser tan poco y tan tonto. De ser tan necio y tan idiota, por desestimar una y mil veces tu amor y tu perdón. Y, cada día, atreverme a hablarte y, al mismo tiempo, defraudarte. Perdóname, Padre, porque no merezco ser considerado como tu hijo. Y transforma mi pobre y empedrado corazón en un corazón humilde, suave, limpio, disponible, generoso y dispuesto a entregarse hasta la cruz a tu amor.
Sólo Tú, Señor, puedes hacer eso, y en ese convencimiento y esperanza, pongo cada día mis pobres y humildes esfuerzos en seguir tu Palabra y llevarla a mi vida. Amén.