No hay seguimiento si no hay renuncias, porque, para seguir a Jesús es imprescindible la renuncia. Renuncia de uno mismo a sus propios egoísmos y proyectos, porque, en el seguimiento a Jesús prevalece el Proyecto de Jesús que es el que nos salva y nos da Vida Eterna. Por tanto, dejar todo aquello que te apetece y seduce humanamente se hace necesario para que dentro de tu corazón, el centro, sea Jesús.
La vida está llena de tentaciones que te impiden amar. Amar hasta el extremo de vaciarte de ti para darte al otro. Porque, precisamente, el amor verdadero consiste en eso, en amar como Jesús nos ama. Nos lo ha demostrado, entregando su propia Vida en la Cruz. No hay otra forma de Amar, porque, amar de otra forma será sucedáneo del amor, pero nunca amor verdadero como el que nos ha mostrado Jesús. Todo se reduce a simples apariencias.
Si no estás dispuesto y disponible a entregar tu vida, que, no tiene que ser impíicitamente la muerte física, sino que también puede significar una muerte de ti mismo al renunciar a tus propios egoísmos e ideales mundanos. Seguir a Jesús comporta asumir y aceptar ese compromiso de amor, que no es nada fácil. Y que para poder llevarlo a cabo necesita ir de la Mano Misericordiosa del Espíritu Santo e, injertado en Él, para poder superar y vencer todas las tentaciones que te invitan y seducen a seguirte a ti mismo.
Sabemos que no podemos seguir a dos señores. Por tanto, pidamos con insistencia y perseverancia esa Gracia, y tengamos confianza en que, yendo de la mano de nuestro Señor, encontraremos la fortaleza y la voluntad de resistirnos al pecado sosteniéndonos firmes en el seguimiento al Señor. Amén.
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