La luz que interesa ver es la luz de dentro, la que está en nuestro corazón. Porque, resulta que vemos la luz de afuera, la del mundo en el que vivimos, pero, mientras vivimos, crecemos y nos desarrollamos, nuestra verdadera luz - la del corazón - la mantenemos apagada, a oscura. ¿Por qué estamos tan ciegos? ¿Nos hemos hecho esa pregunta alguna vez en nuestra vida? ¿Por qué de nuestra ceguera?
Mira, la Palabra de Dios no es algo irreal, inventado por algunos locos llamados discípulos y, más tarde, apóstoles. La Palabra de Dios está dentro de tu corazón. Quizás, apagada, a oscura, pero dentro de tu corazón. ¿Acaso no sientes deseos de vivir siempre joven? ¿De vivir eternamente en plenitud de felicidad? ¿Acaso no deseas amar en verdad y justicia? ¿Acaso no te gusta vivir en una armonía de bien para todos, de justicia y paz? ¿Es que todos esos sentimientos no están escritos en tu corazón? ¡Entonces!, ¿por qué no despiertas y enciendes esa Luz, de Amor que llevas, desde el inicio de tu vida, dentro de ti?
Todo consiste en prender esa llama que yace apagada en lo más profundo de tu corazón y dejarla que arda hasta quemar tus ansias de verdadera felicidad eterna. Porque, la que encontrarás en este mundo está hueca, vacía y, por tanto, es perecedera y caduca. Tus aspiraciones son otras, aunque, como todo lo que sucede con lo que es bueno, y esto más, pues se trata de tu Vida Eterna en plenitud, te costará dolor y sangre. La puerta estrecha a la que te invita cruzas hoy Jesús es la que conduce a ese lugar de gozo y felicidad eterna.
Y la tienes en tu corazón. Ahí, dentro de ti está la llave para que puedas abrirla. Ahora, no te atrevas a atravesarla tú solo. Hazlo con Él, yendo de su Mano y abierto a la acción del Espíritu Santo recibido en tu bautismo. Con ellos, encontrarás el camino que te lleva al encuentro con ese Dios Padre misericordioso que te espera. No lo dudes, la puerta estrecha es el verdadero camino. Y tampoco dudes de pedírselo a Él, porque, está esperando tu petición. Amén.
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