No se trata de pronunciar palabras bonitas, ni tampoco de que sean muchas. Se trata de hablar en y con verdad y mostrarnos tal como somos sin falsas apariencias. Porque, una oración no apoyada en la verdad es una falsa oración, o una oración vacía. Imaginamos que hablamos con alguien, y luego descubrimos que todo lo que se nos ha dicho es mentira. ¿Cómo nos quedaríamos? Supongo que sobran comentario.
Y es que debajo de nuestra intención y nuestras palabras subyace la buena disponibilidad bien intencionada de vivir en una actitud misericordiosa y de perdón. Tal y de la misma forma como nosotros somos perdonados por nuestro Padre Dios.
Y nuestra condición pecadora nos somete fulminantemente a la mentira y a la indiferencia rutinaria. Por tanto, demos gracias a Dios por todo lo recibido, y, pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a orar según nos ha enseñado nuestro Señor Jesús, en verdad y coherencia, llenando nuestra vida de buenas obras según la Voluntad de nuestro Padre Dios.
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